Sor María Gómez Valbuena. Una apacible monjita de ochenta años encausada y citada a declarar como imputada en el tristísimo caso de los "niños robados".
No hablamos del medievo, hablamos de los años ochenta, con un golpe de estado frustrado y con el Presidente Suárez dimitido. Hablamos del socialismo en el poder y de una democracia que se afianza por momentos.
A uno, en su simpleza, le cuesta trabajo creer en estas cosas. A finales del siglo XX y con negocios turbios de venta de niños robados. "Pobre España, tan lejos de dios y tan vejada", que dijo el otro.
Es vomitivo. Luego quieren que creamos en la Iglesia. ¿Qué Iglesia? ¿Esta? Ya sé que no todas las monjas son como ella, pero el asunto da asco. Una cosa es que un niño sea dado en adopción voluntariamente y otra que sea robado por la fuerza a sus padres, la mayoría humildes, para que le reciban otros padres adinerados. Es asqueroso. El problema es que la sor tiene ochenta años, y con esa edad no se la puede meter en la cárcel. Por lo menos que se sepa la verdad y que los hijos y los padres se puedan encontrar si es que así lo desean.
ResponderEliminarUna tragedia para los padres,o dicho más propiamente para las madres. Una verguenza para nuestro pais que irradia hacia el exterior una imagen tercermundista.
ResponderEliminarEste es un país en el que la porquería no termina de meterse bajo la alfombra pese a que se intenta, y eso es bueno porque al final todo se sabe.
ResponderEliminarEs el sistema el que estuvo afectado del retardo de todo aquello que propuso la España de la posguerra, en la que parte de los ciudadanos no se conformaban con esta condición y ejercían de dioses y hacían y deshacían a su antojo siempre, eso sí, arropados por su glorioso pasado (militar, iglesia, partido único, etc.) ; de modo que no habría que juzgar sólo a la monja, habría que juzgar también a la institución hospitalaria, a ese hospital que permite y/o tiene conocimiento de esas atrocidades y las ejerce o las consiente, y siguiendo esa cadena nos encontraríamos, una vez más, con una bola tan grande que no la podríamos ni siquiera ubicar.
Cierto que produce vergüenza pero es lo que hay.
Manuel