viernes, 23 de mayo de 2014

Paradoja (2ª Parte)





Había una vez un caballero inglés rico y ocioso, Edmund Halley, muy aficionado a la astronomía, con una obsesión y fascinación por el mundo de los cometas. En esos mismos tiempos había un científico, también ingles, que resultó ser Isaac Newton. Ese del que el poeta Alexander Pope, inglés por supuesto, dijo:

"La naturaleza y sus leyes yacían ocultas en la noche,
Dijo Dios: ¡Hágase Newton! y todo fue luz"

Intrigado Halley, sobre la existencia de ese cometa que más tarde llevaría su nombre, preguntó a Newton sobre las fuerzas cosmológicas que regían sus movimientos. Contestó Newton, seguro y preciso, que el secreto estaba en la elipse y el cuadrado inverso. Perplejo y curioso Halley preguntó de nuevo: ¿Y eso como lo sabe usted?. - Lo he calculado, contestó el sabio.

Asombrado, el rico caballero inglés se ofreció a financiar la publicación de esta nueva teoría, la Ley de la Gravedad, sobre un asunto que había mantenido a la humanidad en la confusión desde los albores de la misma.

Así fue como Newton, en 1687, publica su "Principia", (Philosophiae Naturalis Principia Mathematica), seguramente la obra más grande jamás publicada.

Halley se dio cuenta que la órbita del cometa permitía calcular cuándo volvería a sobrevolar Londres. Buscando antiguos documentos y registros descubrió que los cometas de 1531, 1607 y 1682 eran el mismo cuerpo celeste. Así predijo que en 1758 el cometa volvería a ser visto en los cielos londinenses. Y así fue, en la Navidad de ese año el cometa se presentó puntual, siendo bautizado para la posteridad como el Cometa Halley, aunque bien podría haber sido el Cometa Newton.

¿Y qué tiene que ver el Cometa Halley con las Paradojas?. Mucho. La misma publicación de los "Principia" plantearon multitud de paradojas.

En 1692 el reverendo Richard Bentley le escribió a Newton una carta que sumió al sabio en un mar de dudas. ¿Era el universo finito o infinito?. Si era finito se colapsaría en una gran bola de fuego. Por contra si fuera infinito las estrellas terminarían explotando, empujadas hacia un lado y otro. Esta pasó a ser la Paradoja de Bentley que, en un primer momento, pareció dejar fuera de juego a Newton y su recién estrenada Principia. El sabio contestó finalmente que el universo era infinito pero uniforme y ello parece que calmó las etéreas dudas al respecto.

Una paradoja más llegó a plantearse en esos mismos momentos. Se trata de la denominada Paradoja de Olbers, que empieza preguntándose por qué el cielo nocturno es negro. Ya un poco antes, finales del siglo XVI, Johannes Kepler, que no era inglés sino alemán y protestante, se había preguntado que si el universo fuera uniforme e infinito, se mirase hacia donde se mirase, se vería la luz de un número infinito de estrellas. Y de este modo el cielo nocturno debería ser un mar de fuegos. El hecho notable de que el cielo nocturno fuera negro había planteado una paradoja cósmica que duró siglos. La confusión fue tal que, a fecha de 1987, fue demostrado que más del setenta por ciento de los libros de texto daban respuestas incorrectas al respecto en astronomía. Mejor no entrar en la respuesta correcta de Lord Kelvin y otros varios. Solamente mencionar que el telescopio espacial Hubble puso luz en donde había tinieblas.

Como lo que pretendía ser un proemio se me ha ido de las manos, dejaré para otra Paradoja las creadas por el rebelde e inmenso Albert Einstein.

Aún así, y volviendo al presente, uno puede constatar que vivimos en unos momentos decisivos. Unos momentos en los que nos permitimos discutir modelos e incluso fronteras. Tiempos de paradojas y disparates, de contradicciones e incoherencias. Una cuestión que tal vez necesite un análisis histórico para aprender del pasado.

No, no voy a caer en la tentación de los Cañetes y las Valenciano. De los alcaldes de Sestao y su no dimisión. Ni siquiera voy a mencionar las pedradas a Montoro en Vilanova i la Geltrú, en donde nació  - qué curioso - Francesc Maciá -. Solamente comentar de pasada que un catalán, José Luis Bonet , presidente de Freixenet, ha sido propuesto con muchas posibilidades para dirigir la Cámara Oficial de Comercio de España y que otro catalán, Isidro Fainé, presidente de la Caixa, se desmarcó de la tesis soberanista y vinculó el futuro de la entidad a un país llamado España.

Paradojas de la vida.