Hace 17 años, (una enormidad en la era digital), llegaba a España una criatura prodigiosa que, vista desde nuestra perspectiva actual, nos parece una chiquillada.
No obstante fue todo un acontecimiento y nuestros patios de colegio y nuestros jardines se llenaron de unos aparatitos que nos obligaban y absorvían. ¡Adiós a nuestras peonzas y a nuestras canicas!.
Yo, lo reconozco, tuve un tamagotchi. Un perrito zalamero al que debía cuidar, alimentar, asear y jugar con el. Si no lo hacía bien terminaba muriéndose.
¿Que a qué viene todo ésto?. Hace un par de días recibía un correo electrónico de un amigo interesándose por mi e indagando las causas de mi mutismo en el blog.
- ¡Estoy bien, amigo, no te preocupes!
Este blog, (ya lo comenté en algún momento), no es un diario obligado. Escribo cuando me viene algo a mis menguadas "mientes" y no tengo ningún pacto ni obligación de hacerlo. Este blog no es mi tamagotchi y si se muere pues no pasa nada.