lunes, 19 de marzo de 2012

Bienaventurados los mansos


Según el Evangelio de San Mateo, uno de los doce elegidos por el de Nazaret, en el primer sermón de Jesús, el de la Montaña, se produce un discurso que a fecha de hoy nos puede parecer un despropósito. La segunda de las Bienaventuranzas dice así:

"Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán la tierra".

Visto desde la perspectiva actual parecería lo contrario. No son los mansos los que poseen la tierra. Son los violentos, los fuertes y los poderosos.

Todo ello le lleva a uno a meditar sobre la figura de Jesús de Nazaret. Su entrada en Jerusalén a lomos de una borriquilla y su postura en los tremendos acontecimientos de la Pasión nos lo presentan como manso. Ahora bien, uno no olvida a ese Jesús rupturista. A un Jesús que rompe moldes, expulsando a los mercaderes del templo, rodeándose de mujeres, (tan poco recomendable en la época) y amigo de recaudadores, (el propio Mateo era un recaudador de impuestos, alguien impuro y odiado). Toda su vida fue una ruptura con lo establecido, sea el poder romano o el doctrinal de los doctores de la Ley. La propia nueva doctrina fue rupturista, con Pablo y sin él.

¿A qué viene todo ésto?. Es una reflexión al pairo del sermón escuchado a un sacerdote hace pocas horas.