FINDE
¡Feliz finde!. Hace algún tiempo esa palabra, este acrónimo, este adjetivo de acrónimo o tal vez, no lo sé muy bien, pudiera ser un sustantivo, era utilizado en mi vida laboral.
¡Buen finde!. Buen fin de semana.
¡Buen finde!. Buen fin de semana.
Hoy, víspera del finde por excelencia, del fin de los fines, del fin de los tiempos por autonomasia, cobra un sentido arcaico.
Hay demasiados fines en mi vida y ninguno merece la pena:
El fin de la vida en algunas personas de mi entorno familiar, un fin doloroso, estúpido y grosero.
El fin de la salud en otra parte de mi familia y de mi mismo. Una lucecita que oscila con los vientos racheados de la enfermedad y la desesperanza.
El fin de ilusiones que hasta hace poco eran metas y que poco a poco se van convirtiendo en quimeras.
El fin de una inocencia que ha superado los años y que se apaga indefectible.
El fin de un fin que parecía no tener fin.
Por lo que a mi respecta puede venir el fin o puede irse a freír espárragos.