martes, 27 de septiembre de 2011

Fogones y pistolas




El desplante de Bildu, y de manera evidente de ese personaje atípico y fuera de juego, Martín Garitano, a los Príncipes de Asturias en San Sebastián, con ocasión de la inauguración oficial del Basque Culinary Center, (¡ joer, podrían haberle denominado Centro Vasco de Cocina, pero así queda más cool !), fue un acto chabacano. Un hecho, un sucedido, un episodio de boina vasca sin rabillo y "lumbreras cejijuntas". Allí estaba la flor y nata de la cocina vasca, que es tanto como decir de la cocina española o, si se prefiere, de los padres de la patria culinaria sin los que nos hundiríamos en el abismo pringoso de una cocina pueblerina. Allí estaban lustrosos y relucientes, bien pagados y subvencionados con el dinero de todos los españoles, los Juan Mari Arzak, Andoni Luis Aduriz, Martín Berasátegui, Pedro Subijama y otros más.



El diputado general de Guipúzcoa, el alcalde de Donostia y otros, todos del conglomerado etarril (¡ perdón, perdón..!), Bildu, no acudieron. La primera Facultad de Ciencias Gastronómicas de España, aunque su nombre no lo diga, nace con pitorreo y desplantes. ¡ Qué le vamos a hacer !.


Pero a este humilde y descarriado blogero lo que le hizo meditar esta "tamborrada mediática" fue un hecho canallesco. Un acontecimiento que, si yo fuera cocinero vasco, me haría el harakiri ventral. Me explicaré:

El día 26 de enero del año 2001, recién estrenado el nuevo siglo, fue brutalmente asesinado por la banda terrorista ETA, en San Sebastián, un hombre sencillo y carismático. Se llamaba Ramón Díaz García y había cumplido 51 años, 40 de ellos viviendo y conviviendo en el barrio de Loyola, rodeado de vascos, casado con vasca, con hijos vascos y nombres vascos, (su hija Aintzane). ¿ Cuál era su delito ?. Ser cocinero. Pero, ojo, no un cocinero mediático al estilo Arzak o Aduriz. No, no.. El era el cocinero de la Comandancia de Marina de San Sebastián. Ese fue su pecado, esa su maldición.


Su muerte fue atroz, terrible. Cuatro o cinco kilos de dinamita en su humilde Ford Orión le hicieron saltar a más de 15 metros de altura, para caer despedazado y disperso.


¿ Qué hicieron esos cocineros vascos tan lustrosos y famosos ?. Nada, no hicieron nada. No dijeron nada. Silencio total. El silencio de una cocina vasca acusada y encausada por el Juez de la Audiencia Nacional, Fernando Andreu, de colaboración económica con ETA.

Este es un pecado cobarde, temeroso y cagón. Esos grandes cocineros vascos, no solo guardaron silencio, sino que hicieron borrón y cuenta nueva.


Nunca la cocina vasca estuvo más cerca de las pistolas de ETA. Nunca a los cocineros vascos, con estrellas Michelín y gaitas varias, se les vio mejor el plumero.


Mi desprecio y repulsa. No seré yo quien pague un solo euro en sus Arzak, Akelarre, Zaldiarán, Boroa, Arguiñano y adláteres. No sabría a ciencia cierta si mis dineros irían a las arcas de los de las pistolas.


Ramón Díaz García, cocinero, buena gente y olvidado por ese sector hipócrita de la selecta cocina vasca. ¡ Descansa en paz !