viernes, 25 de mayo de 2007

Granada



 
Dale limosna, mujer,
que no hay en la vida nada
como la pena de ser
ciego en Granada.

(Francisco Alarcón)

Hacía ya una larga temporada que no tenía contacto con mis amigos Adela y Paco. Es una pareja singular, con unos orígenes diversos y una actividad alejada y distinta. El, mecánico de automóviles en un modesto taller y ella, reconocida y prestigiosa dóctor médico cirujano en un gran hospital de Madrid. Para terminar de arreglar el dislate, les separan trescientos sesenta largos kilómetros, solamente acortados algun fin de semana o en alguna fecha señalada.

¿ Puede una pareja tan distinta, peculiar, opuesta y diferente llevar adelante una relación de mas de veinte años ? Os puedo asegurar que si. Me une a ellos, sobre todo a él, una larga amistad, y he sido testigo del prodigio de unos sentimientos compartidos y una complicidad y comicidad recíprocas fuera de lo común.

Un simposio médico en Granada les llevó a pasar en esta bellísima ciudad una larga semana que, seguramente se les hizo corta.

La conversación telefónica permenorizada me hizo recordar una lejana visita y estancia en la que disfruté del encanto y embrujo de Granada.

En el recuerdo permanece la imagen de la Alhambra, el Generalife, el Albahizín y tantos otros. Es una ciudad que no deja indiferente a nadie. En mi caso me produjo una conmoción y fascinación que, después de más de treinta años, han permanecido con sus entornos desdibujados por el tiempo.

En estos momentos me vienen a la mente los versos de Federico García Lorca:


Granada, calle de Elvira,
donde viven las manolas,
las que se van a la Alhambra,
las tres y las cuatro solas.
Una vestida de verde,
otra de malva, y la otra,
un corselete escocés
con cintas hasta la cola.

Las que van delante, garzas
la que va detrás, paloma,
abren por las alamedas
muselinas misteriosas.
¡Ay, qué oscura está la Alhambra!
¿Adónde irán las manolas
mientras sufren en la umbría
el surtidor y la rosa?

¿Qué galanes las esperan?
¿Bajo qué mirto reposan?
¿Qué manos roban perfumes
a sus dos flores redondas?

Nadie va con ellas, nadie;
dos garzas y una paloma.
Pero en el mundo hay galanes
que se tapan con las hojas.
La catedral ha dejado
bronces que la brisa toma;
El Genil duerme a sus bueyes
y el Dauro a sus mariposas.

La noche viene cargada
con sus colinas de sombra;
una enseña los zapatos
entre volantes de blonda;
la mayor abre sus ojos
y la menor los entorna.

¿Quién serán aquellas tres
de alto pecho y larga cola?
¿Por qué agitan los pañuelos?
¿Adónde irán a estas horas?
Granada, calle de Elvira,
donde viven las manolas,
las que se van a la Alhambra,
las tres y las cuatro solas. 

Comentarios

(J. Zorrilla):

Corriendo van por la vega
a las puertas de Granada
hasta cuarenta gomeles
y el capitán que los manda.
Al entrar en la ciudad,
parando su yegua blanca,
le dijo éste a una mujer
que entre sus brazos lloraba:
«Enjuga el llanto, cristiana
no me atormentes así,
que tengo yo, mi sultana,
un nuevo Edén para ti.
Tengo un palacio en Granada,
tengo jardines y flores,
tengo una fuente dorada
con más de cien surtidores,
y en la vega del Genil
tengo parda fortaleza,
que será reina entre mil
cuando encierre tu belleza.

(Antonio Machado):

Se le vio, caminando entre fusiles,
por una calle larga,
salir al campo frío,
aún con estrellas de la madrugada.
Mataron a Federico
cuando la luz asomaba.
El pelotón de verdugos
no osó mirarle la cara.
Todos cerraron los ojos;
rezaron: ¡ni Dios te salva!
Muerto cayó Federico
—sangre en la frente y plomo en las entrañas—
... Que fue en Granada el crimen
sabed —¡pobre Granada!—, en su Granada.

Se dice que la puesta de sol sobre la mar, es uno de los pocos placeres sublimes que podemos dar a nuestros ojos.

Dentro de nuestra querida España, es la inigualable Galizia, en su parte Oeste, la de la izquierda, la que miraba a la esperanza de un mundo mejor, la que nos otorga esta bendición, más aún si tu corazón se haya ocupado por las mieles del amor sincero.

Pero, amigo mio, cuando subes al atardecer a la Torre de Comares, en la Alhambra, eso si que es una puesta de Sol, sin necesidad de la mar, tarde roja encendida sobre esa alfombra de la Granada mora, aunque a algunos les duela.

Solo por eso, debería ser una de las nuevas 7 Maravillas del Mundo, os invito a votarla.

Con el mismo corazón que en el mar, las lágrimas fluyen por tus ojos, ante tanta majestuosidad y si giras tu vista a la derecha y ves los picos de Sierra Nevada, nevados perpetuos, el alma se rompe de emoción.

Y ese mirador desde El TOCADOR DE LA REINA, que invita a los amantes no correspondidos a saltar y volar sobre el Albahizín y escuchar y bailar flamenco sobre sus tejados viejos, sobre sus cuevas ¡qué maravilla!

Personalmente una de las imagenes que, no solo, ha quedado grabada en mis retinas, sino también en mi corazón, es la de una Alhambra nevada.
Con mis 13 años, me marcó para siempre, parece que la hubieran subido a la Sierra Nevada, para tener aún mejores vistas. Es impresionante.

Luego la comparas con la Alhambra de siempre, con sol, con días de cielo azul y son completamente distintas, pero las dos maravillosas.

Que bonita es Granada, que preciosa es la Alhambra.

Os invito a leer la descripción que hace Washington Irving, en sus maravillosos CUENTOS DE LA ALHAMBRA, de la misma a la Luz de la Luna.

Federico no podía ser de otro sitio, si así hubiera sido, no sería Federico.



Granada y Federico. Federico y Granada. Es difícil percibir hoy a la una sin el otro.
No se si puse ya en algun lado estos hermosos versos. Pero qué mas da. Son tan bellos que se pueden repetir, ¿ verdad ?:

El río Guadalquivir
va entre naranjos y olivos.
Los dos ríos de Granada
bajan de la nieve al trigo.

¡Ay, amor,
que se fue y no vino!