Dice el Diccionario de la Real Academia de la Léngua, a propósito de "estolidez":
"Falta total de razón y de discurso"
Mi buen amigo Licinio, al que llamo de usted por respeto y por edad, (ochenta y cinco sólidos, coherentes y concordantes años), patriarca de una vieja familia leonesa afincada en un edificio histórico de la avenida de Ordoño II, en el corazón de la bimilenaria capital imperial leonesa, conversador versado y ameno, tiene una gran virtud y variados defectos. La virtud sin lugar a dudas es su total, profunda, cabal y absoluta sinceridad. Los defectos, todos menores, van desde su caracter cambiante a sus berrinches, malas pulgas y su lengua hiriente en ocasiones.
A propósito de mi prejubilación, tuve con D. Licinio una conversación breve, concisa y un poco precipitada.
- ¿ Sabe Vd., D. Licinio ?. He aceptado una oferta de prejubilación de mi empresa, después de casi treinta años de trabajo y fatigas !.
- ¿ La ha pedido Vd. o se la han puesto encima de la mesa ?
- Me la han ofrecido y la he aceptado voluntariamente !.
- Eso, en román paladino, se llama despido !
- ¡ Jodó, D. Licinio, no me sea Vd. tan bruto !
- Siempre he pensado, amigo Jerónimo, que es Vd. un poco blando de entendederas. Buena persona, pero blandito !.
- ¿ Qué quiere Vd. decir, D. Licinio ?
- ¡ Lo que he dicho....!
- Le aseguro a Vd. que no me considero ningún tantainas, aunque se pueda pensar otra cosa !
Esta conversación, mantenida las Navidades pasadas, en su mesa acostumbrada del luminoso restaurante, después de un buen yantar, a cuyo final D. Licinio, como siempre, había solicitado su acostumbrado whisky de malta, me dejó un poco molesto y desazonado.
La semana pasada, en plenas procesiones sacras, me acerqué a visitar a mi amigo en su viejo despacho dedicado íntegramente a contener sus mejores libros. En algún momento tendré que mostrarle mi interés por su biblioteca, que sin ser excesiva, es completa y variada. Su única hija, residente en Polonia, no ha mostrado nunca ningún interés por la misma.
Después del saludo, siempre cordial y amigable, me invitó a un buen café en el salón de su piso.
- ¿ Cómo lleva Vd., amigo mío, su situación laboral de despedido ?
- ¡ Caramba, D. Licinio, no hay forma de hacerle entender a Vd. que se trata de un acuerdo voluntario entre la empresa y el trabajador ?.
- ¡ Si no le gusta la palabra despedido, ¿ cómo quiere Vd. que la llamemos ?. "Echado", "destituido", "eliminado"....! Elija la que mejor le convenga !
- Me doy por vencido, D. Licino, no quiero seguir en este discurso !
- Amigo mío, afronte de una vez su nueva situación !. No permita que su futuro quede inmerso en una "insípida estolidez" !.
Comentarios
Los mismos rudimentos de hace tres siglos... Nada
de una protesta. Todo completamente igual:
callejas, caserones de ventruda fachada
y un sopor, un eterno sopor dominical.
Población anodina, roñosa, intoxicada
de incuria -aquella incuria del tiempo colonial-
con su falsa nobleza de acéfalos, minada
por el fraile y la hueca política venal.
Pobre tierra, caduca tierra que tanto quiero,
que hoy rumia mansamente su estolidez, veneno
de las intransigencias del medio parroquial,
que aún vive -si es acaso vivir en la atonía
de lo incurable-, bajo la risueña ironía
de un cielo azul, de un cielo siempre primaveral...