Hay una asignatura pendiente en la Iglesia. Es una cuestión de gran calado que no debería demorarse "in aeternum". Desde la óptica del siglo XXI a uno le cuesta trabajo comprender. No es una cuestión dogmática. Más bien pragmática, creo yo.
Hay personas que piensan que el celibato es una barrera insalvable. Otros que es urgente actualizar ritos y costumbres. Desde algunas comunidades se suspira desde hace años por una acción social de la Iglesia. Menos teología y más sociología.
Seguramente, unos y otros, tienen una parte de razón pero, en mi modesto entender, la Iglesia tiene pendiente una cuestión fundamental. Algo que bien podría encauzar la falta endémica de vocaciones sacerdotales, verdadero cáncer que está llevando al enfermo a una peligrosa etapa terminal.
Me refiero a la mujer. Sí, la mujer.
¿Podríamos entender en pleno siglo XXI una sociedad, (la nuestra sin ir más lejos), en la que la mujer no pudiera acceder al profesorado, a la sanidad, a la magistratura, a la política?. ¿Sería permisible un sistema en el que la mujer no pudiera ser juez?. Hoy mismo salía en las noticias la "Entrega de Despachos de la nueva hornada de 231 jueces por parte del Príncipe de Asturias, en Barcelona". 231 nuevos jueces de los que 145 son mujeres.
Yo no entiendo esta postura inflexible negando lo evidente. Mis amigos sacerdotes no saben argumentarme esta negativa. No hay asideros doctrinales en los que encauzar esta postura. Tarde o temprano la Iglesia se verá obligada a aceptar lo evidente. Y no creo que esta decisión cause ningún problema de fondo, posiblemente todo lo contrario.
Muchos piensan que el actual Pontífice, cuyos modos parecen distanciarse del "status quo" oficial de la curia y del cardenalato, llegará a plantear esta cuestión. No será tarea fácil y hay muchas cosas que encauzar.
No soy ateo ni agnóstico. Soy creyente. Mis años del seminario no me causaron ningún trauma. Muy al contrario, fueron años felices, en un ambiente post conciliar, (Concilio Vaticano II), en el que pude vislumbrar cambios fundamentales que aún hoy sorprenden. Me preocupa la situación de la Iglesia y me gustaría que la curia diera pasos valientes. Asumiera cuestiones de profundo calado.
Me gustaría llegar a ver a la mujer accediendo al sacerdocio. Eso sería el principio de otras cosas y eso acercaría definitivamente la Iglesia al siglo XXI.