A propósito de don Licinio, en una conversación de café con un buen amigo, se me hizo la siguiente pregunta:
- ¿ Existe de verdad don Licinio o es una invención tuya para decir cosas que tú no quieres decir ?.
- ¡ Existe don Licinio, claro que sí !
En un post del 16 de mayo del 2007 denominado la "nefasia", definía de este modo a mi viejo amigo:
"En el viaje del viernes pasado día 11, fecha en la que mis compañeros bercianos y leoneses me agasajaron y me trituraron hasta el útimo pliegue de esta vieja piel de cabreirés, busqué y hallé tiempo para visitar a mi viejo amigo, entrañable contertulio, conversador impenitente y poseedor de unos conocimientos inmensos, fruto de su edad y de su intensa e insatisfecha curiosidad. Estoy hablando de D. Licinio."
En realidad don Licinio se llama Cayo Licinio Máximo, como aquel alfarero llegado de Itálica a la hoy bella ciudad de León. En aquellos años ocupaba el campamento romano la Legio VI Victrix. Aún no había llegado la que le daría el nombre definitivo: Legio VII Gemina, formada mayoritariamente por soldados hispanos. Han aparecido en las distintas excavaciones, sigilatas, (cerámica decorada a molde), caccabis (ollas), amphorae (jarras) e infinidad de operculas (tapaderas) y patinas (platos) fabricadas y firmadas por este artesano.
A don Licinio le hubiera gustado llamarse como el emperador Licinio I, (Flavio Galerio Valerio Liciniano Licinio), o Lucio Licinio Luculo, (aquel personaje de "gallarda estutura, buena presencia y elegante decir", según Plutarco), o incluso Quinto Licinio Cato el famoso centurión.
El padre de don Licinio, Lucio Cornelio, le puso un nombre entroncado con el pasado latino de León y el propio don Licinio llamó a su única hija Hortensia. No por su relación con la olorosa flor sino como un remedo del juriconsulto romano Hortensio, convencido de que su esposa Julia Flavia le daría un varón.
Conozco a don Licinio desde hace más de cuarenta años. Fue mi profesor de latín durante un breve periodo de tiempo y, aún así, hemos mantenido una relación de respeto por mi parte y de una devoción cariñosa que terminó en amistad.
A pesar de que el vecino y amigo de este blog, Xatevexo, le pasó la garlopa en el post "Abulia" del 18 de febrero, nada más lejos en la vida del viejo profesor que unas querencias derechonas. Su vinculación con la "Fundación Sierra Pambley", creada en 1887 por Francisco Fernández-Blanco, Gumersindo de Azcárate, Francisco Giner de los Rios y Manuel Bartolomé Cossío, le pudo costar la vida en la postguerra civil. Gracias a su tío, canónigo en la catedral de León, don Publio Clodio y a un teniente coronel, (Pablo Alvarez), al que don Licinio escondió en su casa en los primeros momentos de la ignominiosa guerra civil española, la cosa quedó en una condena a 18 años, que finalmente se redujeron a siete.
Es una pena que la edad y un incipiente alzheimer vayan nublando una mente tan vivaz y aguda. La vida no será la misma sin don Licinio.
Comentarios
Muy lindo todo. Ese don Licinio tiene mucho encanto. Dele usted un abrazo de otro ancianito con sangre gallega de esas montañas
No te veo yo escondiéndote detrás de nadie para decir lo que quieres. Has hablado muy claro de aquello que te ha parecido, incluso causando rechazos entre algunos de tus colegas.
Un abrazo, amigo.
Un abrazo, amigo.
La fórmula de poner un personaje ficticio para que diga cosas sin que uno se comprometa es algo habitual y nada reprovable. De todos modos la figura de don Licinio me parece muy apetecible y muy creible, aunque a xatetexo le produzca picores en la entrepierna. Interesante como siempre. Bueno, casi todos tus posts lo son, al menos para mi. Besitos, chico, y sigue caminando "sobre el arcoiris".
Interesante. Cuando hablas de temas de historia sacas lo mejor de ti mismo. No fue hasta el 2003, en el solar ocupado por el Instituto e Enseñanza Juan de Enzina, cuando apareció la sigilata más antigua de España hasta esa fecha, obra del autor Cayo Licinio Maximo. Poca gente conoce que la primera ocupación la llevó a efecto la Legio VI Victrix, como bien dices, hasta la llegada de la VII Gemina para proteger el transporte del oro hasta Roma y controlar a los irreductibles cántabros y astures.
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